Es la hora de acostarse y te dicen que se les ha olvidado hacer los deberes. Llevan con el plato en la mesa casi una hora y te desespera porque todavía no terminan de comer. Últimamente tu hijo se muestra irascible, tiene rabietas y te grita cuando le pides que haga algo que no le gusta. El profesor del cole te informa que tu hija está muy despistada, no presta atención y ya ha tenido que castigarla varias veces por interrumpir la clase charlando. El pediatra te dice que podría ser hiperactiva y tener déficit de atención…
En principio es difícil conectar estas situaciones con los efectos de la televisión, y es posible que también existan otros factores adicionales, pero todos ellas tienen relación con la pantalla. Si no es la causa principal, las posibilidades de que las potencie son muy altas.
Aunque el televisor puede ser un invento muy útil como medio de información y entretenimiento opcional, desgraciadamente también es un perverso ladrón de atención y un sistema de comunicación unidireccional donde los consumidores no participamos más que para ver imágenes, por lo que apenas utilizamos nuestro cerebro. La TV ha sustituido momentos de creatividad y formación que antiguamente usábamos para cultivarnos intelectualmente. Abusamos de ella convirtiéndonos en meros zombies devoradores de series, noticias, concursos y reality shows.
Lo primero que hacemos al llegar a casa es encenderla y ya no la apagamos hasta acostarnos. Incluso la mantenemos encendida mientras hacemos tareas en la casa y no la estamos viendo. Sin ese ruido de fondo no sabemos vivir.
Para colmo, el impuesto que conlleva tener televisión es el de tener que soportar a diario cientos de impactos por anuncios.
Los anuncios afectan incluso cuando no se están viendo, y sus creadores lo saben. Sus escogidas frases, sus bandas sonoras y sus sintonías, están planeadas para introducirse por los oídos de quienes tienen puesta la TV o la radio, aunque al mismo tiempo estén conduciendo, charlando o realizando cualquier otra actividad, grabándose en forma de eslóganes repetitivos que no nos podemos sacar de la cabeza.
El caso de los niños que tienen la televisión puesta mientras intentan concentrarse estudiando o haciendo deberes es quizá el más extremo de efecto perjudicial para ellos.
Los anuncios publicitarios están diseñados para captar nuestro interés y nuestros hijos son especialmente sensibles a ellos. Un niño que tiene capturada la atención durante varias horas al día por series, dibujos y sobre todo anuncios, agota su capacidad de concentración y luego desarrolla problemas de aprendizaje o de concentración. Su cansancio mental no es perceptible a simple vista, pero se pone de manifiesto con cualquier discusión que acaba derivando en rabieta. Decimos entonces que el niño está “muerto de sueño” y por eso se comporta así.
Las últimas tendencias de las cadenas para manipularnos y que no cambiemos de canal durante sus anuncios es advertirnos que van a decir algo interesante a la vuelta de un espacio supuestamente breve “volvemos en 5 minutos” (12 anuncios).
También durante una película sorprendentemente apenas sin interrupciones, justo cuando sólo restan los últimos 5 minutos para el anhelado desenlace, abren un espacio de 25 o 30 interminables minutos de anuncios (50 o 60 anuncios), sabiendo que vamos a estar pendientes para poder ver el final.
¿No te desespera como suben el volumen de tu televisor cuando comienzan?
La cadena de televisión se financia a través de los anunciantes, así que le interesa emitir anuncios.
A las marcas les interesa bombardearnos con anuncios al mayor número posible de personas ya que un gran porcentaje del público alcanzado comprará sus productos.
Los directores, guionistas, actores, decoradores o iluminadores cobran por trabajar en los anuncios, así que les interesa hacerlos.
Y finalmente a nosotros los espectadores y posibles consumidores, ¿nos interesa ver los anuncios?
En el año 2016 cualquier cosa que necesitemos la podemos encontrar en Internet. Buscando a través de Google y a continuación entrando directamente en la web del hipermercado, la tienda de ropa, zapatería, pizzería, etc. Los mismos comercios y marcas que se anuncian en TV no descuidan sus páginas webs, así que si ponen algún producto en oferta o nos interesa algo concreto, sólo tenemos que buscarlo y lo encontraremos fácilmente en Internet.
No tenemos necesidad de estar recibiendo anuncios que nosotros no hemos elegido recibir, sino que han sido elegidos por ellos, en base a sus intereses comerciales, campañas, etc.
A nosotros no nos interesa absorber la cantidad de anuncios con los que somos acosados por TV, radio, vallas, buzoneo, product placement, ofertas en tickets junto a los de la gasolina, hipermercados, etc, invasión en la calle o en Centros Comerciales, llamadas telefónicas, ufff.
La razón por la que estos comerciantes que ya están en Internet pagan además elevadas cifras por emitir anuncios en otros medios como la televisión, es precisamente porque desean estimular nuestro afán consumista para que les compremos sus productos a pesar de que no lo hayamos planificado ni buscado porque no nos hacían falta. Para conseguir que personas compren algo que en realidad no necesitan, utilizan técnicas de persuasión y seducción muy sofisticadas, incluyendo sintonías pegadizas, personajes famosos, historias conmovedoras, imágenes impactantes, etc. ¡Y les funciona!
En esta noticia puedes ver un estudio sobre el consumo por capricho, relacionado con la colocación de productos en determinadas zonas estratégicas y en esta sobre cómo usan trucos para que compremos. Es el mismo tipo de consumo impulsivo que los comercios estimulan con los anuncios.
Si nosotros decidimos cuando necesitamos y queremos comprar algo, nosotros lo buscamos, por lo que el poder de consumir es nuestro y no de ellos, y además ahorraremos dinero por compras inducidas innecesarias.
De todas las víctimas de esta estrategia de acoso publicitario, nuestros hijos son los más sensibles y los anunciantes lo saben. Son el vehículo que utilizan para llegar a los padres, manipulándolos para presionarnos con el objetivo de que compremos sus productos.
Lo volveré a repetir: utilizan a nuestros hijos, y nosotros les dejamos. Pon esa frase en cualquier otro contexto y piensa si lo permitirías.
Hace más de 10 años, antes de que nacieran mis hijos, ya decidí que en mi casa no se veían más anuncios (en el siguiente artículo te explicaré lo que hago para evitarlos). Si como hice yo entonces, te planteas a quién le interesan en realidad que se emitan anuncios en Televisión, Cine, Radio, etc, te sorprenderás de que aún no hayas tomado medidas serias para evitarlos a toda costa.
Este bombardeo indiscriminado provoca un exceso de atención constante que nos imposibilita a niños y adultos dejar descansar a nuestro cerebro, inundándolo de ofertas y productos de consumo, y nos impide apreciar el valor relajante del silencio. Desgraciadamente, debido al desarrollo inacabado de su cerebro, nuestros hijos son infinitamente más vulnerables.
¿Entiendes ahora el creciente número de niños con los síntomas que muchos doctores denominan hiperactividad y déficit de atención (TDAH)?
Sin entrar a valorar otros factores que inducen a ese trastorno, lo cierto es que la saturación constante de mensajes publicitarios para provocar su atención inunda un espacio que debería estar ocupado por actividades relajantes o creativas como la lectura, pintura, manualidades, juegos en grupo o por la simple calma.
Estoy convencido de que esta tensión perpetua convertida en rutina diaria es un factor de riesgo que termina afectando neurológicamente a los pequeños y provocándole trastornos relacionados con los síntomas del TDAH. La escasez de tiempo de relax y silencio y el cansancio por la sobreexposición a la televisión y a los anuncios produce problemas con el sueño que son demoledores para nuestros hijos en edad de crecimiento.
Implantación de valores ajenos a ti
Para colmo, esta constante sobreestimulación comercial va implantando valores y roles en nuestros hijos que entran en conflicto con muchos de los que nosotros queremos transmitirles. Probablemente los más importantes.
De poco sirve que le expliques a tu hija la importancia de sentirse a gusto con su propio cuerpo o con su realidad social, si a diario está viendo series o anuncios con imágenes y música espectaculares que la influencian mucho mejor que tú sobre la importancia de ser la “Reina” del baile de fin de curso o la princesita de “Princelandia”.
Hablar con tu hijo sobre la inutilidad de la violencia y los peligros de resolver problemas a golpes en el colegio no sirve de mucho si cada tarde/noche cena mientras veis una serie policíaca.
Los directores y guionistas de series y anuncios utilizan una técnica infalible para influenciarnos. Cuando quieren hacer parecer atractiva a una chica, enfocan a sus amigas suspirando al mirarla con cara de envidia. Tu hija que está viendo el programa mimetiza automáticamente ese sentimiento que trasmiten las caras de esas amigas y se contagia del deseo de ser como la protagonista.
Si además el director o guionista han decidido que la chica objeto de envidia tenga una talla 34 y esté cercana a la anorexia, ¿qué crees que será lo que envidiará tu hija?
Para justificar los actos violentos del guapo protagonista de una serie policiaca, los guionistas preparan previamente una escena donde él es agredido con dureza por un atacante. Cuando hacia el final de la película el intérprete tras una larga persecución y tras ser de nuevo golpeado en violenta pelea, acuchilla cruelmente 16 veces a su atacante, a tu hijo que está viendo la serie le sobreviene un sentimiento inmediato de justicia y complicidad con el protagonista, proporcionado por un instinto primitivo de venganza.
Si además el actor que interpreta al atacante tiene rasgos árabes, ¿qué sentimientos nacerán en tu hijo hacia las personas de esa etnia?
Estimulación de instintos primarios con objetivos económicos
La forma más directa de conseguir la venta de un producto a través de un anuncio o la fidelización a una serie televisiva no es desarrollando un guión que apele al área de razonamiento intelectual del espectador (neocortex cerebral) y que estimule su reflexión. Eso sólo lo realizan los grandes genios de la literatura, el teatro o el cine.
El objetivo de estos guionistas de anuncios y series policíacas son los bajos instintos del público (sistema límbico), que ni siquiera es consciente que está siendo manipulado emocionalmente con técnicas probadas científicamente.
La razón que les mueve a esta manipulación es muy simple. El mismo sistema límbico subconsciente de nuestro cerebro que manipulan es el encargado de efectuar las compras compulsivas e irreflexivas y también el que nos hace adicto a una serie de televisión durante meses, aunque dure 14 temporadas y 500 capítulos.
Como ya habrás adivinado, los instintos infantiles que más son manipulados son los relacionados con el sexismo, la violencia, la envidia, los celos, el racismo y la xenofobia.
Si estás de acuerdo con los valores que se desarrollan a partir de esos instintos (machismo, racismo, violencia, odio, vanidad, soberbia) entonces sigue permitiendo que los ojos y oídos de tus hijos sean alcanzados diariamente por el impacto de anuncios y series de televisión.
Si por el contrario esos valores entran en conflicto con los tuyos y con los que quieres para ellos, entonces te propongo que comiences cuanto antes a influenciarles en sentido contrario.
Es imposible evitar el 100% de impactos por anuncios, pero si es factible reducirlos en gran parte.
No te pierdas el próximo artículo donde te expongo 7 Claves para evitar que la televisión afecte a tus hijos, ni implante valores que no deseas para ellos.