Ya sabemos que se tardan años en construir una relación y minutos en destruirla. También que recuperar una relación destruida es mucho más complicado que construirla desde cero.
Las relaciones padres/madres – hijos/hijas no son una excepción.
Existe una falsa creencia generalizada por la que el deterioro de la confianza y la conexión entre padres e hijos es una consecuencia generacional inmutable. Como si al llegar a la adolescencia los niños perdieran la cabeza (o el corazón) y chocaran con sus padres debido a alguna mutación en sus neuronas.
Las verdaderas causas de la desconexión entre padres e hijos son otras de las que ya hablaremos más adelante.
Aunque insisto que reparar una relación deteriorada es muy complicado, en el presente artículo, Rebecca Eanes explica 6 pasos para volver a acercar posturas que puede ayudarte a evitar tener que asistir a terapia con tu hijo/a. Si no quieres probar nada de lo que dice Rebecca porque tú tienes la razón y ellos son solo niños, entonces no sigas leyendo. Pero luego no te extrañe de que ya no cuenten contigo y sean unos extraños para ti:
La vida, tal y como la conocemos, no es perfecta. Las relaciones pueden ser conflictivas, y la distancia puede crecer entre nosotros por muchas razones diferentes. Aunque la culpa puede que no sea totalmente nuestra, es nuestra responsabilidad como padres curar la relación y reconectar con nuestros hijos. Algunos signos de que tu relación necesita un trabajito de reparación;
Si sientes que la distancia ha crecido entre tú y tus hijos, estos pasos para repararla te ayudarán a acercarte una vez más.
El mejor primer paso es hacer una evaluación honesta del problema. ¿Qué ha causado esta ruptura? ¿Qué papel has jugado? Quizás has estado demasiado ocupado, o quizá no te has ocupado debidamente de ti mismo y el estrés te ha hecho sentirte desconectado. ¿Has estado seco e irritable con tu hija? ¿Has estado distraída?
A menudo estamos tan pendientes de los problemas que nuestros hijos están causando en la relación que no nos darnos cuenta de nuestra propia cuota en la creación del problema. Si nosotros mismos estamos distantes, gruñones o estresados, tendrá repercusión en la relación. Recuerda, la evaluación no es para buscar culpables; se trata simplemente de ser honestos sobre las cosas que necesitamos mejorar para que podamos planear cómo lo hacemos.
Ahora es el momento de tener una conversación sincera con tu hijo. Admite lo que has hecho mal y pide disculpas. Este no es el momento de señalar los fallos del niño; esto va de reconocer hasta donde llegan los tuyos. Eso le da a tu hijo un ejemplo a imitar cuando necesite resarcirte a ti o a otra persona en el futuro. Olvida la culpa, «Yo no estaría tan enfadado si tú tuvieras recogido tu cuarto» y en su lugar ofrece una disculpa sincera por tus acciones como: «Siento de verdad haber estado tan irritado contigo últimamente.»
Este paso es donde las palabras se convierten en acciones. Einstein dijo una vez que la definición de locura es hacer las mismas cosas una y otra vez y esperar resultados diferentes. Si la hora de los deberes siempre acaba en frustración, cámbiala. Prueba a cocinar algo y a escuchar música clásica durante esta hora y muévela a un momento en el que puedas estar presente e involucrado.
Si la hora de la cama es una guerra, revisa tu rutina hasta que encuentres algo que funcione.
Si sabes que demasiado tiempo delante de una pantalla te esta distrayendo o convirtiendo a tus hijos en cascarrabias, apágala y salid a pasear juntos. Incorpora pausas familiares de calidad (o como mi amiga y autora de El Método Danés Jessica Joelle Alexander llama «Hygge» (atmósfera, estado de ánimo y equipo) a tu vida familiar.
Este es un paso simple pero efectivo para reconstruir la relación. Cuando tu hija entre en la habitación, simplemente levanta la cabeza y reconoce su presencia. Cuando hacemos sentir a nuestros hijos que nos sentimos sinceramente contentos de verlos y de estar cerca de ellos, afloran los sentimientos positivos.
Muchas veces, cuando estamos en un estado de desconexión con nuestros hijos, el mal comportamiento es un problema y las correcciones constantes o la disciplina se han convertido en la norma. Fíjate que la mala conducta se debe, en parte al menos, a la desconexión que nuestro hijo siente. Si te centras en reconectar, el comportamiento mejorará de forma natural. Durante esta fase de reparación, deja pasar los pequeños problemas y disciplina únicamente las cosas importantes que deban ser abordadas. Incluso en ese caso, corrígele de forma amable y ve directamente al grano, dejando fuera la crítica, el enfado y el castigo porque esas cosas sólo entorpecerán el proceso de curar vuestra relación.
Cuando pones el foco en curar la fuente del comportamiento problemático en lugar de en disciplinarlo, verás una mejora más rápida y vuestra relación se fortalecerá.
Finalmente, ahora que vuestra relación está en proceso de arreglarse y os estáis acercando, sigue así y prométele pasar al menos unos pocos minutos al día de «tiempo especial» con tu hija. Podría ser una charla privada a la hora de dormir, una partida de UNO, jugar a teatro con peluches, cocinar juntas, o cualquier cosa que disfrutéis juntas. La única regla es que vuestra atención debe ser total.